Primer historia de perros y gatos

No sé si ustedes saben por qué el Perro y el Gato se odian…

Resulta que una vez había un matrimonio de chinos –porque este cuento es chino– que tenía un Gato y un Perro. Y tenían también un anillo muy bonito, que era un anillo de virtud; pero ellos no lo sabían. Y por obra del anillo siempre había de todo en la casa del matrimonio, que era de viejos campesinos. Bueno. Resultó que un día al viejecito se le ocurrió vender el anillo en la ciudad para comprar un par de bueyes; y no hizo más que venderlo, y en su casa todo se puso patas arriba, como se dice.

Las siembras se perdieron, el ganado estaba tan flaco que no se podía tener en pie, las verduras de la huerta estaban quemadas por la helada, las gallinas tenían «la pepa» y los viejos estaban baldados por el reuma.

El Perro y el Gato ya no hallaban qué hacer, muertos de hambre, sin un solo hueso que roer y sin ratones, siquiera, para engañar el diente.

Entonces el Gato le dijo al Perro que él sabía que el anillo era de virtud y que había que ir a buscarlo a la ciudad. Y los dos se fueron por el camino, corriendo a todo correr, para traer el famoso anillo.

Llegaron a la ciudad, y el Gato se entró por una ventana abierta a la casa del hombre que había comprado el anillo y que estaba rico y requeterrico por la virtud del anillo. El Perro se quedó en la calle, haciendo de «loro», para que no fuera a venir alguien y los pillara.

El Gato sacó el anillo y empezaron los dos a correr de regreso a la casa; pero no se fueron por el camino, sino por el medio de los campos, para así llegar más ligero. Y pasó entonces que el Gato, cuando hallaba una casa que les interrumpía el paso, se subía por una pared, atravesaba el techo y daba un salto al otro lado; mientras que el Perro tenía que dar vuelta alrededor de la casa. Con esto, el Gato le ganó terreno y llegó donde sus amos mucho antes que él. Y los viejos creyeron que sólo el Gato se había comedido para ir a buscar el anillo de virtud.

Cuando llegó el Perro, encontró al Gato muy caballero comiéndose un plato de sopas de leche tamaño de grande, y a los amos, sanos y felices con el anillo. Los campos estaban otra vez preciosos de pasto, las verduras bien lindas, el ganado gordo y las gallinas vueltas locas cacareando porque habían puesto un huevo. Y tanto el viejo como la vieja estaban llenos de cariño por el Gato, que les aseguró que él solo había ido a buscar el anillo y que era de virtud; y se enojaron mucho con el Perro, que se pasaba los días sin hacer nada, vagando por los campos, ladrándoles a las nubes y a la luna llena.

Entonces al Perro le dio mucha rabia con el Gato y quiso explicar lo que había pasado; pero le dieron un buen escobazo y lo echaron para afuera.

Desde entonces, el Perro está en el patio y el Gato en la casa, y desde entonces, también, el Perro aborrece al Gato y le llama hipócrita.

Fuente | Cuentos Marta Brunet

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